

Hace casi un año que no escribo y no es que no me hayan pasado cosas, que 
no han parado;  el año empezó muy bien,  varios viajes en los que podía darme 
cuenta de que mis niños ya están mayores , me dan más libertad, pueden ir a la 
escuela de esquí, pueden ir a  mini- club, pueden ir a casa de los abuelos un 
par de días, vamos la liberación total, después de 4 años bastante atada, esos 
primeros meses del año han sido movidos por  los viajes pero  muy buenos, 
especialmente ir a la nieve para no esquiar, sólo para descansar en el Spa, un 
viaje maravilloso, el mejor,  ya no vuelvo a esquiar, a partir de ahora a la 
nieve sí, pero a un hotel con Spa, después Italia, para comer bien y disfrutar 
de unos días de sol y  en abril a Portugal a la playa  y  poder a disfrutar de 
un par de días sin niños, hacía tanto tiempo que no viajaba sin niños,  lo mejor 
!!! estaba tan contenta, tan relajada, tan descansada tan feliz, ¿ mala madre? 
Quizás, pero francamente me da igual, lo necesitaba: es la  puritita verdad,  
luego llegó mayo y todo cambió: un embarazo sorpresa a los 42 años,  ya sólo la 
noticia me pasó por encima como una apisonadora, sus efectos colaterales fueron  
tan predecibles como vandálicos:  la progesterona es una temible enemiga que 
tarda 3 o 4 meses en rendirse y me asediaba  sin piedad  día a día con vómitos 
constantes, otros efectos secundarios del embarazo :  la tensión por los suelos, 
muchas, muchísimas nauseas, el estómago revuelto durante 90 días, no es fácil de 
llevar,  si a esto le añadimos dos hijos a los que cuidar, la cosa se complica, 
en el primer embarazo una se tira en el sofá y deja pasar el tiempo, es muy 
molesto pero se tiene el consuelo de poder descansar en posición horizontal que 
es la única forma que las nauseas te dan una tregua, pero si  el segundo 
embarazo ya fue duro el tercero aun peor, con el agravante de la edad, que no 
perdona; para mayor castigo el verano más caluroso de Zúrich en los últimos 30 
años, lo que me hubiese encantado cualquier otro año, en estas circunstancias ha 
sido una pesadilla, me escondía en casa hasta el atardecer, refugiada tras las 
persianas, bebiendo agua helada, este verano no he ido a la piscina, no he ido 
al parque, salir a la calle era una tortura, rezaba para que lloviese, ni yo 
misma me lo podía creer, y psicológicamente mucho peor: miedo, angustia, 
incertidumbre, me sentía fatal, no podía hacer nada,  estaba abatida, y eso me 
daba unos remordimientos horribles, porque no podía hacer nada con los niños,   
mi cara mi ánimo lo reflejaban en todo momento, menos mal que a parte de esto 
todo lo demás iba bien, y sabía que tenía que dar gracias, lo que no me hacía 
sentir precisamente bien, sino una desagradecida, tenía un embarazo sin riesgos, 
sin complicaciones médicas, a mi edad eso es un milagro sin embargo estaba muy 
malhumorada e irascible.
A  mitad de Julio vacaciones escolares, como cada año  viajamos a Ibiza, 
allí hacia calor, mucho calor, pero más húmedo, más llevadero, mi madre nos 
acogió como refugiados, me cuidó como sólo una madre puede hacer, Gracias mamá,  
nos alimentó, nos dio cobijo hasta que llegó Paulo y nos fuimos a Formentera, 
allí mi vida también fue fácil porque me puse muy terca e impuse mis 
condiciones, no estaba dispuesta a pasar un infierno en el paraíso, no iba a 
ceder al chantaje emocional de mi familia  que quería compartir el máximo tiempo 
posible,   el calor del mediodía era devastador y  yo bebía recluirme para 
resguardarme, sólo salía del apartamento de 9 a 12:00  luego me encerraba  al 
amparo del aire acondicionado hasta el atardecer, Paulo se encargaba de los 
niños y yo leía y dormía sin remordimientos. Mis hijos estaban en las mejores 
manos.
Cuando los fastidiosos  síntomas empezaban a darme un respiro regresamos  a 
Zúrich  a mitad de agosto y otra bomba, Inminente traslado a Brasil con sus 
preparativos : trámites con mucho  papeleo, la documentación necesaria para los 
visados  de residencia en Brasil es terrible,  a eso le añadimos : buscar casa, 
colegios, encontrar inquilino, una mudanza internacional es un verdadero lío.  
Otra dificultad más  fue sortear el disgusto de mi hija de 9 años,  no quería 
irse de la eficiente pero gélida e intransigente Suiza, mi hijo pequeño de 4 
años sólo se quejaba de la falta de nieve en el país de destino, el no concibe  
un lugar sin nieve, le gusta, a pesar de todo lo que yo la maldigo ,  la nieve 
es para las montañas, lo más lejos posible. Yo intentaba convencerles diciendo 
que allí no necesitaríamos  abrigo, Brasil  un país tropical, con gente  
simpática y abierta, lo que haría más fácil la adaptación, yo me imaginaba a la 
gente por la calle siempre sonriente, y pensaba que diferencia! no tener que 
soportar a  la tercera edad siempre estreñida y enfurruñada. La verdad estaba 
bastante contenta, aunque también asustada, nunca he querido vivir aquí y la 
idea de irme siempre ha sido muy atractiva, aunque fuese Sao Paulo, que no me 
gusta, demasiado poblada y peligrosa para una isleña, y el cambio de la eficaz y 
muy organizada  Zúrich al caos de Sao Paulo era muy fuerte, pero  vivir en  un 
país latino, con buen clima y gente cálida, desde la distancia , parecía casi idílico. 
Odio hacer maletas tanto como ordenar armarios, así que empezar a 
empaquetar cosas, cuando estaba agotada, se me hacía una montaña imposible de 
escalar. 
En septiembre otra sorpresa tuvimos que parar el traslado porque las 
condiciones no estaban tan claras como creíamos,  me conformé mejor de lo que 
hubiera pensado, porque empezaba a tener el síndrome del nido y necesitaba 
tenerlo todo atado y bien atado, por lo que el traslado empezaba a ser demasiado 
estresante.
Tenía la impresión de que era un hámster corriendo en una rueda sin poder 
parar pero sin fuerzas para seguir ahí, 
Después de quejarme mucho pero mucho de cansancio, un análisis confirmó mis 
sospechas, necesitaba subir la dosis de eutirox  y por eso estaba siempre 
exhausta, el día se me hacía interminable, cuando llegaban las 16:00 quería que 
se hiciese de noche y que un hada madrina viniese a hacer la cena y a aguantar a 
los niños, pero no venía nadie ni con varita ni sin y mi marido no llegaba nunca 
hasta las 19:00, eso con suerte y si no estaba de viaje, un final de verano duro, 
pero cuando me aumentaron la dosis las cosas empezaron a cambiar, entonces podía 
aguantar hasta las 21:00 y salía más, empecé a ir  parque y al centro social de mi barrio  con los niños y  eso me hacia 
sentir mejor, menos culpable... era sin duda  un avance una mejora considerable  aunque empezaba el tercer trimestre, el más pesado pero no el peor 
 
 
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